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(UFPE -2008)LA MUJER QUE ESCRIBI UN DICCIONARIO Ha

Espanhol | Pronombres | pronombres personales
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(UFPE - 2008)

LA MUJER QUE ESCRIBIÓ UN DICCIONARIO

            Hace tres semanas, de paso por Madrid, quise visitar a María Moliner. Encontrarla no fue tan fácil como yo suponía: algunas personas que debían saberlo ignoraban quién era, y no faltó quien la confundiera con una célebre estrella de cine. Por fin logré un contacto con su hijo menor, que me hizo saber que no era posible visitar a su madre por sus quebrantos de salud. Pensé que era una crisis momentánea y que tal vez pudiera verla en un viaje futuro a Madrid. Pero la semana pasada, cuando ya me encontraba en Bogotá, me llamaron por teléfono para darme la mala noticia de que María Moliner había muerto. Yo me sentí como si hubiera perdido a alguien que, sin saberlo, había trabajado para mí durante muchos años. María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil y más divertido de la lengua castellana. Se llama "Diccionario de uso del español", tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y - a mi juicio - más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron un día cuántos hermanos tenía, contestó: "Dos varones, una hembra y el diccionario". Hay que saber cómo fue escrita la obra para entender cuánta verdad implica la respuesta.

            Cuando el menor de sus hijos empezó la carrera de ingeniero, María Moliner sintió que le sobraba demasiado tiempo después de sus cinco horas de bibliotecaria, y decidió ocuparlo escribiendo un diccionario. La idea le vino del "Learner's Dictionary", con el cual aprendió inglés. Es un diccionario de uso; es decir, que no sólo dice lo que significan las palabras, sino que indica también cómo se usan, y se incluyen otras con las que pueden reemplazarse. "Es un diccionario para escritores", dijo ella una vez, hablando del suyo, y lo dijo con mucha razón. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en cambio, las palabras son admitidas cuando ya están a punto de morir, gastadas por el uso, y sus definiciones rígidas parecen colgadas de un clavo. Fue contra ese criterio de embalsamadores que María Moliner se sentó a escribir su diccionario en 1951. Calculó que lo terminaría en dos años, y cuando llevaba diez todavía andaba por la mitad. "Siempre le faltaban dos años para terminar", me dijo su hijo menor. Al principio le dedicaba dos o tres horas diarias, pero a medida que los hijos se casaban y se iban de la casa le quedaba más tiempo disponible, hasta que llegó a trabajar diez horas al día, además de las cinco de la biblioteca. En 1967, presionada sobre todo por la Editorial Gredos, que la esperaba desde hacía cinco años, dio el diccionario por terminado. Pero siguió haciendo fichas, y en el momento de morir tenía varios metros de palabras nuevas que esperaba ver incluidas en las futuras ediciones. En realidad, lo que esa mujer de fábula había emprendido era una carrera de velocidad y resistencia contra la vida.

            ¿Cómo trabajaba? Un día se levantó a las cinco de la mañana, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y se puso a escribir fichas de palabras sin más preparativos. Sus únicas herramientas de trabajo eran dos atriles y una máquina de escribir portátil, que sobrevivió a la escritura del diccionario. Su marido fingía una impavidez de sabio, pero a veces medía a escondidas las gavillas de fichas con una cinta métrica, y les mandaba noticias a sus hijos. En una ocasión les contó que el diccionario iba ya por la última letra, pero tres meses después les contó, con las ilusiones perdidas, que había vuelto a la primera. Era natural, porque María Moliner tenía un método infinito: pretendía agarrar al vuelo todas las palabras de la vida. Sólo hizo una excepción: las mal llamadas malas palabras, que son muchas y tal vez las más usadas en la España de todos los tiempos. Es el defecto mayor de su diccionario, y María Moliner vivió bastante para comprenderlo, pero no lo suficiente para corregirlo.

            Pasó sus últimos años en un apartamento del norte de Madrid. A veces le llegaba un periodista desperdigado. A uno que le preguntó por qué no contestaba las numerosas cartas que recibía, le contestó, con más frescura que la de las flores que cultivaba: "Porque soy muy perezosa". En 1972 fue la primera mujer cuya candidatura se presentó en la Academia de la Lengua, pero los muy señores académicos no se atrevieron a romper su venerable tradición machista. Sólo se atrevieron hace unos años, y aceptaron entonces la primera mujer, pero no fue María Moliner. Ella se alegró cuando lo supo, porque le aterrorizaba la idea de pronunciar el discurso de admisión. "¿Qué podía decir yo" - dijo entonces - si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?"

(Gabriel García Márquez, El País.)

 

Considere a continuación la colocación de diferentes pronombres personales dentro de las siguientes frases extraídas de varios pasajes del primer párrafo del texto: "algunas personas que debían saberlo / tal vez pudiera verla en un futuro viaje a Madrid / para darme la mala noticia". Sabemos que, en determinadas circunstancias, los pronombres oblicuos pueden alterar su posición dentro de la frase. Indique cuáles de las siguientes variantes que ofrecemos son correctas y cuáles incorrectas en español.

a) (     ) Algunas personas que lo debían saber

b) (     ) Algunas personas que debían lo saber

c) (     ) Tal vez la pudiera ver en un futuro viaje a Madrid

d) (     ) Para me dar la mala noticia

e) (     ) Tal vez pudiera la ver en un futuro viaje a Madrid

   

A

V F V F F

B

V V F V F

C

F F V V F

D

F V V F F